Paco Bono Sanz

PACO BONO SANZ.

El Estado español… afirman los nacionalistas, cómo si hubiera más de un Estado, dividido en feudos, es cierto, pero uno al fin y al cabo, como una Nación, como una historia común, como un idioma común, como una desgracia común, el consenso, la trama, la traición. Unionistas y secesionistas pactando contra la Nación, con el fin de repartirse el botín del Estado y su poder.

Desde la mal llamada Transición, España permanece secuestrada por la Constitución de la frustración, texto larguísimo, contradictorio e inútil que ha llevado a la Nación al abismo de ser considerado un concepto discutido y discutible. Con ella, una banda de oligarcas subvencionados ha engañado a la mayoría de súbditos y les ha hecho creer que la forma de gobierno establecida es democrática. Pero como no hay reglas de juego, no hay constitución, porque ni hay separación de poderes ni hay representación. Por eso España sufre siempre la amenaza de la ruptura, porque han enterrado la verdad, y han hecho de nuestro país un territorio ficticio a la medida de unos pocos, un escenario artificial en lo político, con el terrible riesgo de que a largo plazo la separación de territorios sea real e irreversible.

Todavía hay ingenuos que creen que la forma de garantizar la unidad de España y la libertad de los españoles es defender la Constitución de Juan Carlos. ¡Cómo va a ser esta Constitución salvaguarda de la unidad de España si España es tras ella en un mero espacio para el mercadeo político de los partidos!, ¡si por su causa se violan con impunidad derechos humanos de cientos de miles de personas en aquellas regiones en las que los partidos nacionalistas, con la tolerancia de sus socios de Madrid, han instaurado regímenes de poder indefinidos al amparo de la Carta Magna! ¿Cómo es posible que no se permita estudiar en idioma español en muchos lugares de España? La Constitución Española de 1978 es el caballo de Troya que utilizan los enemigos de España para destruirla.

Las víctimas no se cansan de gritar dignidad y justicia, pero se dirigen a políticos que no pueden ser ni dignos ni justos porque no son legítimos. La falsa democracia ha abocado a las víctimas a la locura del que se acostumbra a la traición. Aún no han comprendido que Eta no ha entrado en el Estado, sino que Eta está en el Estado por sistema, porque el sistema lo permite y sus creadores lo utilizan como muro de contención social.

España es un tren de tres vagones, la locomotora es el Estado, detrás viajan en primera y en turista, que da lo mismo, la monarquía, los partidos (nacionalistas y no nacionalistas) y los sindicatos. Como el Rey está quemado y al descubierto, envía a su hijo, Felipe, para que se haga una foto de campaña ante los periodistas figurando en medio de Artur Más y de Mariano Rajoy en plena inauguración del AVE. Y he aquí el teatro con el que distraen nuestra atención mientras preparan el camino al partido de Leticia, la permanencia de su régimen, la entronización del heredero. Y es este proceso de continuidad lo que conlleva el hecho más grave de todos: el consenso ha sometido ya a toda la prensa hegemónica, y la ha hecho cómplice de su mentira a cambio de que pueda vivir también de ella. Unos y otros se esfuerzan en infundir falsa esperanza al pueblo español para que no despierte de la frustración y no escape de su servidumbre, porque todos nos niegan la verdad. La Nación española está perdida porque una mayoría cree que la política es el arte de decidir quienes han de viajar en los vagones de primera y quiénes lo han de hacer en los de turista. Y no se dan cuenta de que da igual la plaza que ocupen si en el tren siempre van los mismos, los chulos del Estado de partidos, que la Nación observa desde fuera y paga los billetes

 

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