Incubar el desánimo, la resignación y la docilidad lleva a la desorientación de la conciencia espiritual adquirida con la evolución del ser humano; esta permite al individuo una visión ajustada a la realidad. Una percepción parcial de la existencia es más cómoda y disimula la carencia de emociones auténticas, provocando la dispersión, el caos y el vacío.
Nuestros antepasados nómadas satisfacían sus necesidades extrayendo del hábitat los recursos básicos sin regenerarlos, de este modo infligían la sostenibilidad del ecosistema. Este precepto ancestral late en el inconsciente y propicia la formación de hordas que se integran en una sociedad maquillada y sin valores.
La información sesgada, mediatizada por opiniones interesadas que llega a los individuos, esclaviza a quien no desgrana y discierne lo que entra en su mente, convirtiéndolo en parte pasiva, doblegada y manipulable. Así los gobernantes representados por una casta política partidocrática, manejan a su antojo los hilos de la sociedad, permitiéndose actuar de forma corrupta y despreciando al ciudadano.
Para vertebrar la ética social es necesario despojar a los dirigentes del status de tomadores de decisiones partidistas que dañan los derechos adquiridos de las personas y que las utilizan para satisfacer sus propios intereses.
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Roberto C. Insua