PACO BONO.
Cuando hablamos de política lo hacemos del poder. ¿Qué busca la política sino la conquista del poder? La historia de la humanidad está ligada al poder. Víctimas del poder político se cuentan a millones, y sin embargo poca gente conoce la forma y fin de su control.
No cabe duda de que aquellos que ostentan el poder sin límites ansían poseerlo indefinidamente para asegurar la hegemonía de su ideología sobre el resto. Las ideologías son la tapadera del poder, verdades a medias que se utilizan para engañar y conseguir adeptos a su causa para la derrota del enemigo, la discriminación, el enriquecimiento de unos y el perjuicio de otros. Las ideologías hablan de justicia social, pero en verdad sólo anhelan su victoria.
Cuando una casta toma el poder y conforma un régimen de servidumbre, lo natural es que ese régimen se transforme en oligarquía y esa oligarquía se divida en dos grupos, el de los mantenidos y el de los mantenedores (los soberanos y los súbditos). Desde que el hombre es hombre, siempre ha existido lucha por la dominación. Así el poder fundó grandes imperios o pequeños reinos en los que emperadores, reyes y dictadores utilizaron todas las armas a su alcance para someter al resto y proteger sus privilegios, incluso apelando a la condición divina. Pero, ¿cómo hoy, habiéndose erradicado casi por completo el analfabetismo y siendo mucho más fácil que ayer el acceso al conocimiento, hay todavía tanta gente que no comprende que la libertad política es el único camino para limitar el poder?
Hoy, el Estado es el poder, porque impone, porque somete, porque pretende educar, dictar, porque adoctrina. El Estado resulta un arma de destrucción masiva si no es controlado por la sociedad. Esa tutela sólo se asegura con la existencia de unos intermediarios, la sociedad política. Estado, sociedad política, sociedad civil. ¿Cómo se encaja esto? A través de la democracia. Sólo la libertad política permite el acceso a la democracia. Sólo la democracia pone al Estado al servicio de la sociedad y no al revés.
Un Estado constituido es aquel que se somete a una Constitución que separa sus poderes de raíz y garantiza la representación de la sociedad. Separar de raíz significa independizar y elegir en sufragios distintos tanto al gobierno del Estado como a la Asamblea Nacional. El poder ejecutivo se vota en una circunscripción única para toda la Nación. De estos comicios resulta investido presidente el candidato que más papeletas obtenga, quien una vez en el poder, nombra sus ministros según su voluntad.
¿Y qué contrapeso puede haber frente al poder de ese Estado proclamado por la mayoría? No seremos tan ingenuos como para dejar en manos de la moral y la ética del presidente electo el devenir de la Nación. He aquí la Clave Trevijano, la razón de este artículo de divulgación. Si Aristóteles dijo que la unidad mínima de poder eran las familias, y ya no lo son, porque están claramente a merced del Estado, y la Revolución Francesa afirmó que esa unidad la conformaba el individuo, y ya no hay duda de que un ser humano en soledad no puede plantarle cara a un Estado, Don Antonio García-Trevijano ha descubierto la mónada como unidad mínima de poder político. La mónada consiste en una circunscripción electoral de unos cien mil habitantes, que tiene de particular su esencia representativa. En la mónada, los ciudadanos eligen a un sólo representante de entre el abanico de candidatos (militen o no en un partido político), y lo hacen a dos vueltas, para que las minorías puedan decantar la balanza a favor de uno de los dos candidatos que hayan obtenido el apoyo de la mayoría. De esta elección resulta un diputado que representa a la mónada en el Congreso o Asamblea Nacional y cuyo sueldo es pagado íntegramente por la mónada, y no por el Estado. El diputado luchará por los intereses y los compromisos adquiridos con sus representados, sin traicionarles jamás, so pena de ser cesado de su cargo por un consejo de ciudadanos que podrá revocar su mandato y nombrar en su lugar al sustituto que le haya acompañado en los comicios.
De esta forma tan extraordinariamente sencilla, la mónada se convierte en la vía de representación y conexión entre la sociedad y el Estado. A través de la mónada, la Nación legisla para que luego el gobierno del Estado ejecute las leyes y los jueces las juzguen. Representación, separación de poderes y lealtad a la Nación, sólo así se puede constituir una verdadera democracia. Porque si la política es el juego de lo probable y lo posible, la democracia hace que su consecución parta de la voluntad nacional, para que jamás se desvincule de ella.