Armando Merino

ARMANDO MERINO.

El Concierto de Año Nuevo que cada día 1 de Enero interpreta la Orquesta Filarmónica de Viena se ha convertido en el evento de música clásica más popular del mundo. Retransmitido por televisión y radio a los cinco continentes del planeta, este concierto despierta cada año sin excepción el entusiasmo de millones de aficionados en todo el mundo, que ven en esta tradición un espejo, un símbolo de la refinada y desarrollada cultura europea.

Además, el Concierto de Año Nuevo (Neujahrskonzert) es un acto social al que acuden destacados miembros de vieja alcurnia aristocrática o simplemente integrantes de la alta sociedad, que utilizan el evento para lucir de forma presumida y ostentosa las últimas adquisiciones del año: vestidos, joyas, relojes y demás prendas; algunas de ellas lujosas, distinguidas y elegantes, otras, sin embargo, de dudoso gusto.

Más allá de consideraciones sociales, lo cierto es que la Filarmónica de Viena es una de las mejores orquestas del mundo; lo es hoy en día y lo lleva siendo prácticamente desde su concierto fundacional el 28 de Marzo de 1842. Su sección de instrumentos de cuerda es, probablemente, la más equilibrada y homogénea del mundo orquestal, que consigue un sonido lleno de matices y colores. También la sección de instrumentos de viento posee una calidad de primerísimo nivel, aunque en mi opinión, no tiene la superioridad con respecto a otras grandes orquestas como la sección de cuerdas. Al mantenimiento del altísimo nivel musical y artístico de la formación contribuyen de forma decisiva los estatutos de la orquesta, que permanecen invariables desde la fundación de la misma y que obligan a cada miembro, entre otras cosas, a aprobar la oposición de la orquesta de la ópera de Viena y estar tres años en ella antes de poder optar a la plaza en la propia filarmónica. Además, la ausencia de director titular y la gestión democrática de la sociedad, que se organiza en asambleas mensuales, así como la total ausencia de subvenciones y dinero público en la institución, hacen de la Filarmónica de Viena una orquesta única en el mundo tanto musical como administrativamente.

Volvamos, no obstante, al Concierto de Año Nuevo. Mundialmente conocidos son los valses y polkas de la familia Strauss que se interpretan, sin embargo, no muchos conocen el desagradable origen de éste evento: tuvo lugar el 31 de Diciembre de 1939 y se trató de un deseo especial de Joseph Goebbels, el entonces ministro de propaganda Nazi, quien, en su afán por dar a la orquesta un carácter más regional, es decir, para identificarla con la anexionada Austria, inauguró la serie de conciertos para que la música de la dinastía Strauss pudiera ser interpretada en ellos.

Efectivamente, la Filarmónica de Viena tiene un pasado Nazi que aún en nuestros días permanece rodeado de polémica, pues la institución musical muestra tibieza y falta de claridad a la hora de publicar los archivos y documentos de su pasado nacionalsocialista. Lo cierto es que la asociación filarmónica fue un instrumento importante del aparato de propaganda y que, a diferencia de la Orquesta Filarmónica de Berlín, colaboró activamente en ella. En 1939, momento de la fundación de los conciertos de año nuevo, un 47 por ciento de los músicos de la orquesta eran miembros del partido Nazi, de entre ellos 25 miembros ya militaban en las filas del partido antes de su legalización. En 1938 más de 15 músicos se vieron obligados a abandonar la orquesta por motivos raciales o ideológicos; si los sumamos a la veintena que ya lo habían hecho desde 1933 podemos afirmar que durante el Nazismo la orquesta estuvo Jüdenrein, “limpia de judíos”.

Sin embargo, el pasado Nazi sigue atormentado el presente de esta formidable institución musical: ha sido descubierto recientemente el encuentro que el 30 de Septiembre de 1966 tuvieron, en las cercanías de la prisión de Spandau, el que fuera jefe del partido Nazi en Viena, Baldur von Schirach, responsable de la deportación de 185.000 judíos vieneses y juzgado por crímenes de guerra, con un emisario de la Filarmónica de Viena. Durante dicho encuentro el enviado de los filarmónicos le hizo entrega al ex-dirigente del anillo honorífico de la orquesta por su “contribución a la cultura europea”. Además, ha sido también conocido que el actual presidente honorífico de la orquesta, Clemens Hellsberg, a quien le fue otorgada la medalla “Friederich-Torberg” de la asociación judía de Viena por sus actos de contribución a la superación del pasado Nazi de la orquesta, mantuvo contactos con ex-miembros del NSDAP hasta 1967.


Éste hecho y otros que poco a poco van saliendo a la luz constatan que la orquesta, como institución, aún no ha superado su pasado reciente y que se hace necesario que todos sus documentos se hagan públicos inmediatamente, con tal de dejar intactas la excelente calidad musical y artística de la institución y volver a convertirla, esta vez sí, en auténtico referente de la alta cultura europea y occidental.

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