JOSE MARIA ALONSO.
Corría el año 2005 cuando en plena orgía inmobiliaria algunos de los más avispados promotores españoles comenzaban a sondear el mercado residencial en países cuyas sociedades aún no habían sido esquilmadas y condenadas a una esclavitud hipotecaria como la que sufre parte de la sociedad española.
Una vez endeudados los súbditos del Reino, los promotores españoles no contentos con haber organizado en España una estafa piramidal de la que Ponzi se sentiría orgulloso, comenzaron a extender su codicia en busca de jugosas plusvalías bidigitales mas allá de las fronteras españolas y llegaron buscando un nuevo Eldorado inmobiliario a Polonia: país similar a España en población, con la misma religión mayoritaria, parecidos valores, y cuyos habitantes también prefieren la propiedad de la vivienda al alquiler. Esto último fue decisivo para que la codicia sin fin del monstruo bicéfalo promotor-otorgador de crédito al promotor centrase su mirada en varias capitales polacas.
Air Europa inauguraba un nuevo destino con varios vuelos semanales en los que llegaban importantes señores del ladrillo mezclados con estrambóticos catetos vestidos de fosforito, que gustaban de llamarse a sí mismos ¨inversores¨.
Pero no llegaban sólos, les acompañaban sus huestes compuestas por despachos especializados de abogados para organizar el nuevo expolio sin pillarse legalmente los dedos, famosos arquitectos capaces de diseñar prietos edificios en un palmo de tierra donde pudieran hacinarse familias, Cajas de Ahorros que otorgaban créditos a los promotores sin importar lo que les pidiesen por los solares donde habían de construirse los pisitos, -total, si al final con subir el precio de venta al público del metro cuadrado se ajustaban las cuentas, y como en España ¨la vivienda nunca baja…¨, pues en Polonia tampoco-. Todo ello con el simpático apoyo de las diferentes pseudoembajadas autonómicas que abrían delegaciones en los edificios más caros de Varsovia alguno diseñado por Norman Foster.
Muchos polacos, y no pocos inversores (¡já!) españoles, sucumbieron al efecto llamada que comenzó a incrementar los precios de la vivienda a un ritmo inexorable, de dos dígitos de un trimestre para otro, así que comenzaron a hipotecarse los primeros por viviendas cuyo valor no justificaba el precio que por ellas se pedía y a intentar hacer operaciones conocidas como ¨pases¨los segundos. El pase consistía básicamente en dar una señal para adquirir el derecho a compra de una vivienda y antes de escriturarla, ¡zas!, vendérsela a un pringao por importe superior quedándose la diferencia.
Los promotores españoles compraban terrenos en Varsovia, Cracovia, Wrocław, Poznań o Gdańsk, o los adquirían en subastas públicas pulverizando records en pujas estratosféricas que dejaban boquiabiertos a los promotores locales cuyas hojas de cálculo echaban humo incapaces de justificar los precios finales de venta que habrían de alcanzar los pisos que se edificarían sobre esos solares, sabiendo además que el salario medio del ciudadano polaco hacía imposible el pago de la mensualidad a la que obligaría la futura hipoteca. Los números no salían por ningún lado, pero el papel lo aguantaba todo.
2005, 2006 y 2007 fueron años de vino y rosas en Varsovia, el promotor ya tenía cierto banco de suelo adquirido, pero había que edificar y vender la promoción sobre plano durante los 18 meses de rigor antes de comenzar a pagar el crédito pedido, que debía de abonarse con los ingresos correspondientes de la venta de los pisos. Pasaban los trimestres y algunos promotores seguían sin edificar en sus terrenos, bien por no ser capaces de obtener las licencias correspondientes, bien por pura especulación mientras los precios subían. Pero cayó Lehman Brothers en 2008 y se produjo el crack que haría estallar las burbujas inmobiliarias ya maduras en países como España e incipientes como en Polonia. Muchos se pillaron los dedos, por no decir todos.
Pasaron los días en los que los restaurantes mas caros de la ciudad se rendían a los pies de los conquistadores del ladrillo de este nuevo Eldorado. Al entrar en los lobbys de los hoteles de cinco estrellas se podía oler el Cohíba de un promotor, se miraban con recelo de una mesa a otra los diferentes conseguidores e intermediarios esperando turno para ofrecer a los potentados españoles una operación de suelo cuya comisión les haría ricos. En la noche varsoviana algunos locales de moda hoy desaparecidos veían cómo sus salas VIP eran frecuentadas por los jóvenes delegados de las promotoras, cajas de ahorros, despachos de abogados y algún arquitecto que otro. Pero todo se fue al traste con la venganza del Moctezuma polaco, servida fría por la explosión de las burbujas provocada por la quiebra controlada de Lehman Brothers.
Hoy los precios de la vivienda en Varsovia están sujetos a una severa corrección , y los promotores locales dominan el mercado.