La Partidocracia está de acuerdo. Es el nuevo tótem, el nuevo consenso para la reforma de la mentira que llaman democracia y mueve nuestro sistema político: Vamos a dialogar sobre la secesión de España.
¿Para qué? Muy sencillo, para que, a través del tiempo y mediante actos propios continuados de reconocimientos hacia las pretensiones estatalitas excluyentes de los partidos nacionalistas, se llegue a ver como un hecho normal, por la sociedad civil española, aceptar la secesión.
Y en ese marco, la palabra diálogo, ¿no significa verdaderamente cesión desde un principio? No hace falta más que oír a los representantes del PP, por ejemplo, que claman unánimemente para que todos los españoles podamos decidir sobre la secesión o no de Cataluña.
Al respecto, es evidente que existen asuntos sobre los que se puede decidir y otros sobre los que no se posee la potestad para hacerlo, delimitados por la moral y el derecho.
Verbigracia, y en el ámbito privado, que, rectamente, debiera de ser la guía del público. ¿Se puede decidir sobre la secesión de un copropietario de una Comunidad de Vecinos, cuando éste está constituido legalmente como un sujeto integrante de la propiedad horizontal concreta?
Imaginemos que la Junta de Comunidad de Propietarios en cuestión, como punto del orden del día, vota unánimemente a favor de dejar de ser una propiedad horizontal. ¿A que loco se le ocurriría pensar que un vecino se puede desligar de su Comunidad de Propietarios? Y si no se puede lo menos, ¿cómo se puede pensar entonces que sí es posible lo más, es decir, la secesión de España? Y aún más, ¿cómo dicha mentira puede llegar a ser una idea hegemónica, a pesar de ser repetidas más de cien veces todos los días por los voceros institucionales?
¿Cómo es posible que se piense por el Gobierno de este país y todos los medios de comunicación que sea moral y lícita la secesión consensuada?
¡Ay, como duele! Por la relativización moral, tendenciosa, intrínseca en la socialdemocracia y en el sistema proporcional de consenso, que impide la representación de los conciudadanos. Y por el complejo de toda la clase política de ser materialmente continuadores de la voluntad de Franco, a pesar de aparentar públicamente ser contrarios a todos los fines que este perseguía, independientemente de su bondad o no.
A mayor abundamiento. ¿Se puede decidir sobre la existencia de Dios o no en un Parlamento? ¿Y mediante un referéndum o una consulta popular? Es una locura, es inconcebible…. pero grupos anarquistas decidieron intentarlo durante la Guerra Civil Española.
Por otro lado, ¿Se podría decidir por el Parlamento o mediante referéndum, por ejemplo, sustituir al órgano jurisdiccional competente y, preguntar al pueblo con fuerza decisoria si quieren que Rajoy y/o Otegui vayan al paredón y sean condenados a muerte? Es evidente que estamos en el terreno puramente animal, y esto no sería civilización alguna.
Entonces, ¿por qué se nos reitera continuamente desde todos los foros hegemónicos que sí es posible la secesión de España por acuerdo de su población? ¿Por qué se avanza consensuadamente hacia la secesión?
¿Es por que no tienen la más mínima decencia y son unos traidores a todos sus conciudadanos? Sí, pero, ¡ay! toda la maquinación fraudulenta es para repartirse de nuevo el botín. Y para desviar la atención manteniendo encima de la mesa un problema mayor al de la falta de representación política, cual es la confusión sobre el verdadero sujeto constituyente.
Se ha pasado de hablar del derecho de autodeterminación a hablar de derecho a decidir, para, a través del lenguaje, hacernos creer desde la ingeniería social de los medios de comunicación oficiales que la secesión es algo así como un derecho natural.
Yo, y todos nosotros, nacimos de una vagina determinada y tener a posteriori el supuesto derecho a elegir a esa vagina u otra, además de idiota, es irrespetuoso, impertinente, inútil y una cuestión que, llevada al extremo, es caldo de cultivo del mayor conflicto que puede resultar en un determinado Estado. Y antes de llegar a esas bajuras, es necesario plantar cara.
Es evidente la importancia que tiene la determinación y unidad del sujeto constituyente para lograr la libertad política colectiva. Es un prius esencial e ineludible para comenzar el proceso constituyente.
Y en España, por desgracia, creo que este es el mayor obstáculo para su consecución. Por eso es importante, desde de la convicción personal, afirmar educadamente en cada momento oportuno, que el conjunto de los conciudadanos españoles es el verdadero sujeto constituyente en el sistema universal de libertad política colectiva, del que nace la única y verdadera democracia.