PACO CORRALIZA
En el terreno moral, además de las verdades «de hecho» (factuales), descriptivas de actos propios y/o de acontecimientos presenciados, existen las verdades «de intención» (intencionales); las primeras enuncian o denuncian hechos ocurridos; las segundas anuncian o advierten actos por suceder; las primeras admiten múltiples testigos; las segundas exigen el solo concurso de la persona intencionada, como único concursante introspectivo. En oposición a esos dos tipos de verdad, se levantan, respectivamente, mentiras factuales y mentiras intencionales. Y tanto las verdades como las mentiras van acompañadas, en cualquier persona que quiera ser y sea dueña de sus actos, del propósito de decir la verdad o de decir la mentira (excluyendo, por tanto, de esta distinción, tanto verdades como mentiras que no sean deliberadas –lo que las convertiría, respectivamente, en puros y casuales aciertos y falsedades-).
Existen mentiras factuales que son expresamente fabricadas para que suplanten, en el terreno de las acciones e instituciones políticas, a verdades factuales (verdades como acciones o instituciones ya experimentadas y contrastadas, de hecho ennoblecidas, en otro tiempo o lugar, donde se hicieron o se hacen habituales). Aquellas mentiras, además de ser mentiras, se oponen y expulsan a la verdad correspondiente: son «contraverdades». A la acción política (en realidad «anti-política») de fabricar contraverdades la denominó Hannah Arendt (1945)“mentir la verdad” (1a-1b), refiriéndose a actuaciones típicas del totalitarismo nacional-socialista. [«Liberación-XXVII»].
Para que el engaño sea efectivo, deberá la «anti-política» contraverdad:
1.- Arrojarse al mundo como hecho formal consumado, lo que requiere el concurso de la potencia del Estado (para vencer haciéndose), de «la Razón» de Estado (para convencer imponiéndose) y de la ambición de poder de los ocupantes del Estado (para mandar beneficiándose).
2.- Haber sido concebida con apariencia de verdad; verdad cuyos ropajes toma y a quien deja despojada, desnuda y tiritando, en el reino de las esencias, impotente pues, para entrar en una existencia ya ocupada por la prostituta contraverdad, su vil sustituta.
Pero no todo es engaño y aparente libertad para la mentira contraverdad. A diferencia de la verdad, que no tiene ataduras con la mentira, la mentira se encuentra atada a su verdad; verdad a la que necesita y debe servidumbre para poder mantenerse sin anularse; y a la que suele poner de manifiesto en sentido inverso. Pues todo debe invertirse para que lo mentiroso se conserve.
Existen armónicos simétricos entre cada verdad y su contraverdad; y eso se manifiesta en nuestro mundo a la intelección honesta, imparcial y atenta, pues cada contraverdad materializada genera situaciones o resultados que se muestran invertidos respecto a los que habría generado su verdad correlativa.
Este es el caso de la contraverdad mentirosa de los parlamentos partidocráticos respecto a la representación de los ciudadanos. No se trata ya de que el «diputado-clon» de Partidos estatalizados, esos «chulos» del Estado prostituido, no represente a los ciudadanos; lo desolador es que los ciudadanos votantes (quienes, literalmente, «no saben lo que hacen»), tanto si son como si no son militantes, se convierten en representantes en la sociedad de los Partidos estatales, ejerciendo de portavoces, altavoces y reproductores insensibles de su propaganda, sus consignas y sus ridículas tácticas pervertidas. Son ciudadanos convertidos en comerciales de los Partidos, encantados de promocionar y vender la falsas mercancías de cada demagógica fábrica partidista, refrendarlos con su voto y financiarlos con sus impuestos, a cambio de un poco de autoestima volátil en sus pequeños corazones o de unas migas de pan caídas desde la mesa de sus voraces dueños comilones.
Una verdad institucional, para poder sustituir a la contraverdad que la suplanta, deberá primero oponerse a ella; entrar en conflicto con ella. Es una verdad que debe iniciar su andadura actuando como «contramentira».
La verdad de la representación ciudadana mediante un solo Diputado personal por cada Distrito electoral (con mandato imperativo y revocable; y pagado por todos los electores del Distrito), para poder llegar a realizarse, deberá primero combatir, actuando como contramentira, a la contraverdad impresentable del régimen parlamentario partidocrático, convenciendo primero a los comerciales inocentes y desplazando después a sus estatalizados regentes.(*)
“Libertad Constituyente nunca ha existido en la historia europea” (2), ha escrito Trevijano (2010) [«Liberación-XLI»]. Sí existió, por primera vez en la Historia del mundo, entre los colonos americanos. Especialmente notable es el período que transcurre entre el 17 de febrero de 1787 (el Congreso de la Confederación convoca la «Convención de Filadelfia») y el 26 de julio de 1788 (el Estado de Neva York ratifica la Constitución Federal). En esa Convención se ideó y dio forma material escrita a un nuevo sistema de gobierno: la Democracia Representativa, Formal o Política (basada en los principios electivo, representativo y separador de poderes, con división del legislativo). No entramos aquí en sus defectos de segundo orden, todos corregibles. Es la Constitución democrática más estable y duradera de todos los tiempos.
Nos limitamos ahora a citar a James Madison (1751-1836), uno de los más ilustres y activos Delegados de aquella «Convención de Filadelfia» (cuyo trabajo apenas duró cuatro meses: entre el 14 de Mayo y el 17 de Septiembre de 1877, día éste último en que se firmó el documento constitucional). Y citamos también, una vez más, a Hannah Arendt (1906-75), la gran y primera pensadora europea (judía alemana) que, desde su exilio en Estados Unidos, más en serio se tomó y más lúcida e intensamente reflexionó acerca de la Libertad política; y de su ausencia en Europa:
James Madison (artículo en el Daily Advertiser de Nueva York; 11 de Enero de 1788): “Lo verdaderamente asombroso es que se hayan superado tantas dificultades; y superado con una unanimidad tan sin precedentes como inesperada. Ningún hombre sincero puede reflexionar sobre estas circunstancias sin participar de nuestro asombro. […] La historia de casi todas las grandes asambleas convocadas por la humanidad para reconciliar sus opiniones discordantes, calmar sus desconfianzas mutuas y ajustar sus respectivos intereses, es una historia de facciones, contiendas y desengaños; y puede calificarse entre los espectáculos más tristes y deshonrosos que descubren la depravación y las taras del carácter humano.[…] Al buscar las causas de estas excepciones y aplicarlas a nuestras circunstancias, llegamos necesariamente a dos importantes conclusiones. Primera, que la Convención ha debido gozar de un alto grado de inmunidad contra la pestilente influencia de las animosidades de los Partidos: la enfermedad que más ataca a los cuerpos deliberantes y la más apta para contaminar todos sus actos. Segunda, que todas las diputaciones que integraron la Convención quedaron satisfechas con el documento definitivo, o dieron su consentimiento, convencidas de la necesidad de sacrificar al bien público las opiniones particulares y los intereses parciales.” (3)
Hannah Arendt (en“Sobre la Revolución”, 1963): “El distanciamiento operado entre los dos continentes tras las revoluciones del siglo XVIII ha constituido un hecho de gran importancia. Durante esta época, el Nuevo Mundo perdió significación política para los hombres de las clases dirigentes de Europa.[…] Lo realmente importante fue que la tradición revolucionaria europea del siglo XIX no mostró más que un interés pasajero por la Revolución americana o por el progreso de la República americana. […] El pensamiento revolucionario de los siglos XIX y XX se ha comportado como si nunca se hubiera producido una revolución en el Nuevo Mundo, como si nunca hubiesen existido experiencias americanas en las esferas constitucional y política sobre las que valiera la pena meditar.” (4) [«Liberación-V»].
(*) Hasta ahí, con leves variaciones, el artículo publicado el 16 de junio de 2011, en la 1ª etapa del Diario RC.
(1) ARENDT, Hannah. “Ensayos de comprensión. 1930-1954”. Caparrós Editores, S.L. 2005.
(1a) “Las semillas de la internacional fascista.” [edic. orig. 1945].
(1b) “Aproximaciones al «problema alemán».” [edic. orig. 1945].
(2) GARCÍA-TREVIJANO FORTE, Antonio. “Teoría Pura de la República”. El Buey Mudo. 2.010.
(3) HAMILTON, Alexander; MADISON, James; JAY, John . “El Federalista”-Capítulo “XXXVII”. Fondo de Cultura Económica. 2ª Edic.-2001; 4ª Reimpresión, 2012. [Ed. original en dos volúmenes: 1.788].
(4) ARENDT, Hannah. “Sobre la Revolución”. Alianza Editorial, S.A. 2.004. [Ed. original: 1.963].