PACO CORRALIZA.
Sólo la toma de conciencia de Libertad colectiva, continuamente presente en todas las personas que conforman una Comunidad Política, confiere auténtica fortaleza moral a cada una de ellas, al verse recíprocamente confirmadas y dignificadas entre sí; afirmada cada una en su particular singularidad personal. Sin ese despliegue universal de Libertad consciente, la Comunidad Política se desintegra en la asfixiante debilidad de sus unidades despersonalizadas; y éstas, atomizadas, quedan expuestas a que sea un Poder externo el que se arrogue la facultad de integrar ficticia y despóticamente lo que está desintegrado verdaderamente. Ese liberticida despotismo degradará la digna singularidad personal valiéndose del indigno igualitarismo. Por eso, el primer paso de aquella Libertad colectiva que adquiere conciencia política consiste en prevenirse contra el Poder; neutralizándolo mediante una Constitución democrática. El «ser» de la Libertad, que sólo aparece en el espacio inter-personal («Inter-esse»), se manifiesta primariamente como «ser-contra-Poder». Es la Libertad colectiva que humaniza o civiliza el Poder en la Comunidad Política actuando como Libertad Constituyente. Es la Libertad permanente que se sabe «contra-Poder»; es el sustento de la Libertad Política.
No hubo Libertad Constituyente en la España post-dictatorial. La contra-Constitución-78 fue redactada por agentes/policías políticos (Partidos) ya pre-instalados en el Poder estatal. Desde el Poder, los social-burócratas de todos los Partidos aprobaron «su» Constitución como «contra-Libertad»; como «contra-Constitución»; como «contra-Democracia». Las palabras del urdidor estatal de la componenda oligárquico-estatista, Adolfo Suárez, antes de las primeras elecciones partidocráticas (junio 1977), fueron elocuentes: “prometimos que todas las «familias» políticas pudieran tener un lugar en las Cortes y el miércoles pueden lograrlo” (1).
Con la televisión estatal y la prensa a sus pies era fácil multiplicar los mentirosos gritos de la propaganda estadolátrica social-burocrática: ¡Democracia!; ¡Justicia!; ¡Libertad! Todo mentiras. En esto se aplicó lo que dijera Adolf Hitler: “una vez que conquistemos el Gobierno el programa surgirá por sí mismo […] Lo primero que habrá que realizar es una inconcebible oleada de propaganda. Esta es una acción política que tiene poco que ver con los demás problemas del momento.”(2) En España, ese «Programa» fue la contra-Constitución-78, la del consensuado «Estado nacional-socialista de Partidos y Narcótico Bienestar»; un oligárquico e impersonal ídolo fabricado con barro anti-democrático por sus alfareros partidocráticos que emula a la germana «Ley Fundamental» de 1949. El primero entre los «derechos fundamentales» se refiere en la ley española a la “dignidad de la persona”; y en la ley alemana a la “dignidad del hombre”. Pero no hay dignidad personal o humana sin Libertad Política; y esas ilegítimas «leyes-Programa», diseñadas por la ambiciosa Socialdemocracia alemana, imposibilitan esa Libertad y el control del Poder que ésta presupone. Todo lo demás sobra. Son ilegítimas leyes anti-políticas.
Las bases psico-sociológicas y los instrumentos de Poder que emplearon y emplean los social-burócratas beneficiarios de las constituciones partidocráticas europeas para la conquista de la masa de gobernados son análogos a los que sostuvieron el triunfo de los totalitarismos nacional-socialista, fascista y comunista. Y su “Estado de Bienestar es, cualitativamente, una especie del totalitario”(3), como escribió Dalmacio Negro (2010) [«XXII»]. Uno de esos rasgos psico-sociológicos es la idolatría ideológico-estatista como mecanismo de evasión y transferencia para atenuar el desamparo y la inseguridad del aislamiento personal. Escribió Erich Fromm: (1974-76): “Con la transferencia, [Freud] descubrió un caso especial de uno de los afanes más imperiosos del hombre, el de la idolatría (enajenación), un afán arraigado en la ambigüedad de su existencia, y que tiene el objetivo de encontrar respuesta a la inseguridad de la vida transformando a una persona, una institución o una idea en un absoluto. Esto es, en un ídolo, sometiéndose al cual se crea una apariencia de seguridad. Es casi imposible sobrestimar la importancia psicológica y social de la idolatría en el decurso histórico: la gran mentira que refrena la actividad y la independencia.”(4)
Otro de los “mecanismos de evasión”(5) psico-sociológicos que analizó Erich Fromm (1941) se encuentra en el “carácter autoritario”(5) que aparece en “grandes estratos de la baja clase media, en Alemania y otros países europeos, [donde el] carácter sadomasoquista es típico y […] fue sobre este tipo de carácter donde incidió con más fuerza la ideología nazi.”(5) La persona con ese “carácter autoritario […] se caracteriza siempre por su peculiar actitud hacia la autoridad. La admira y tiende a someterse a ella, pero, al mismo tiempo, desea ser ella misma una autoridad y poder someter a los demás.”(5) El oligárquico «Estado de Bienestar» atiende, además, dentro ese carácter autoritario, a una forma más generalizada y sutil de dependencia, que según Fromm “parece faltar solamente en casos [personas] excepcionales”(5), la figura de un “Auxiliador Mágico”(5) externo [«ver XXXIII»].
La social-burocracia del oligárquico «Estado de Partidos» se aprovecha a la perfección de esas formas psico-sociológicas de debilidad dependiente. Y no es cuestión de clases sociales o ideologías, sino del tipo de persona que se multiplica en Comunidades Políticas donde no hay Libertad. Los votantes de todos los partidos apoyan al mismo «Auxiliador Mágico» («Estado-Führer de Bienestar»). De igual manera que el nacional-socialismo fue apoyado por un pueblo entero; incluyendo, específicamente, a los comunistas (Antonio Escohotado -1999-: “de hecho, la mitad de las SS hitlerianas originales provienen de antiguas células comunistas”(6)).
Al contrario de lo que se considera comúnmente, el carácter autoritario aparece en temperamentos débiles o debilitados. Nos dice Fromm: “el deseo de Poder no arraiga en la fuerza sino en la debilidad […] Constituye el intento desesperado de conseguir el sustituto de la fuerza al faltar la fuerza genuina.”(4) En análogo sentido escribe Hannah Arendt (1958): “La «Voluntad de Poder», como la Época Moderna de Hobbes a Nietzsche la entendió en su glorificación o denuncia, lejos de ser una característica de los fuertes, se halla, como la envidia y la codicia, entre los vicios de los débiles; y posiblemente es el más peligroso.” (7)
La ambición de Poder enmascara su propia debilidad y adula a los débiles con intención de esclavizarlos. La «Voluntad de Poder», de los igualitarios oligarcas adueñados del social-burocrático «Estado-Führer de Partidos y Narcótico Bienestar» se nutre de la debilidad personal de multitudes atomizadas; debilidad que, a su vez, promueve y acentúa, en un infernal círculo vicioso que sólo la Libertad Constituyente puede romper antes de arrojar los añicos de ese redundante círculo al basurero de la Historia. [«V»]
(1) Vídeo últimos mensajes camaña electoral 1977.
(2) cita en ARENDT, Hannah. “Los orígenes del Totalitarismo”. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. 2004. [Ed. original: 1951].
(3) NEGRO, Dalmacio. “Historia de las formas del Estado. Una introducción. El Buey Mudo. 2010.
(4) FROMM, Erich. “Del tener al ser”. Espasa Libros, S.L.U. 2011. [escrito 1974-76].
(5) FROMM, Erich. “El miedo a la libertad”. Espasa Libros, S.L.U. 2011. [ed. original 1941].
(6) ESCOHOTADO, Antonio. “Caos y orden”. Espasa Calpe, S.A. 1999.
(7) ARENDT, Hannah. “La condición humana”. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. 1998. [Ed. original: 1958].