PACO CORRALIZA.
«El Führer es el Estado y el Estado es el Führer». Esta sintética frase circular (cópula de cópulas), retorciéndose en el círculo vicioso de sí misma, es la mejor lección que puede aprenderse del abominable período nacional-socialista alemán; pero no sólo de él; también de todos sus supersticiosos y anti-políticos antecedentes; también de todos sus partidocráticos, oportunistas e interesados consecuentes. El fantasmagórico hilo negro del «Poder-en-sí» estatal, indiviso, expansivo, prepotente y redundante que sintetiza el retruécano de la frase que inicia este artículo no fue cortado, ni mucho menos, en los juicios de Nüremberg (1945-46). Hoy, la «sombra alargada» del «Estado-Führer» todavía nos alcanza; y nos revela la negruzca forma de un hierático ciprés cuya sombra apunta a un cementerio de elefantes partidocráticos. Un cementerio corrupto y anti-democrático en cuyo adinerado nombre insistimos: «Estado-Dinero de Partidos y narcótico Bienestar». Un cementerio que se oculta en una cueva anti-democrática: la social-€-burocrática «€uropa» y sus fantasmagóricas finanzas. El viejo gusano envenenado del nacional-socialismo ha metamorfoseado en sigiloso tábano; en un insecto chupador y venenoso con alas de mosca y agusanado cuerpo larvario: «social-€uropeísmo».
Erich Fromm sitúa en el final de la Edad Media y los comienzos de la Edad Moderna el origen económico y socio-psicológico de lo que llama “significado ambiguo”(1) (ambivalente) de la libertad. Escribe Erich Fromm (1941): “por un lado, la creciente independencia del hombre frente a las autoridades externas; por otro, su aislamiento creciente y el sentimiento que surge de este hecho: la insignificancia del individuo y su impotencia”(1). En realidad se refiere al concepto individualista (falaz, extra-político) de libertad. Fromm ve, con acierto, en la Reforma protestante el sustento ideológico inicial de ese proceso; en el que el propio “carácter autoritario”(1) de Lutero introduce también un segundo aspecto ambivalente, al postular, junto con el combate contra “la autoridad de la Iglesia […], la absoluta sumisión a las autoridades mundanas y a los príncipes”(1). [«XXI»].
Un proceso análogo fue el que afloró en el escenario de los convulsos acontecimientos en la fracasada Revolución-Reacción francesa [«III»; «IV; «V»]. Respecto de ésta nos dice Dalmacio Negro (2010): “El germen del Estado totalitario estaba en la versión jacobina del Estado-Nación”(2). [«XVIII»] Por su parte, refiriéndose a la traición a la representación de los electores y las interesadas mentiras decretadas por la Asamblea revolucionaria, nos dice Trevijano (2010) que muestran “el germen de todas las dictaduras nacionales e imperiales que humillarían y destrozarían, hasta en la humanidad misma, a la civilización europea, con los Estados totalitarios del siglo XX.”(3) También escribe Trevijano (2010) que la implantación del Derecho Civil al modo de los reglamentos militares “le permitió [a Napoleón] construir, por primera vez en Europa, el Estado administrativo”(3) (burocrático) [«VII»]. Un Napoleón a quien, con justeza, llamó D. Francisco de Goya en 1814 “tirano de Europa” .(4)
Enlazamos ahora con el artículo anterior [«XXXI»] reiterando esta frase de Montesquieu (1748): “La mayoría de los pueblos de Europa están todavía gobernados por las costumbres. Pero si por un largo abuso de poder, si por una gran conquista, se estableciera hasta cierto punto el despotismo, no habría costumbres ni clima que se mantuvieran; y en esta hermosa parte del mundo, la naturaleza humana sufriría, al menos por un tiempo, las injurias que se le infligen en las otras tres.”(5)
Y, tras esa frase de Montesquieu, esta otra escrita, 177 años después, por otro napoleónico «tirano de Europa», Adolf Hitler (1924-25): “La autoridad del Estado depende invariablemente de tres elementos: el primer factor permanente, indispensable para la autoridad, es el apoyo popular. Pero la autoridad que descanse sólo en este fundamento será en extremo débil, inestable y vacilante. El segundo elemento necesario a toda autoridad es la fuerza, esto es, el Poder. Si el apoyo popular y la fuerza se conciertan y pueden subsistir unidos durante un periodo prolongado, entonces surge el factor tradición, que es el tercer fundamento que consolida la autoridad. Y si alguna vez se combinaran el apoyo popular, la fuerza y la tradición, la autoridad podría considerarse inconmovible”.(6) Tras la conquista del Poder mediante el «apoyo popular» en 1933, el Ministro de Propaganda, el «psico-propagandista» Joseph Goebbles, públicamente proclamó palabras parecidas: “Es bueno llegar al poder por la fuerza, pero es mejor ganarse el favor del pueblo”.(7) Y, ciertamente, lo consiguieron. En agosto de 1934, el Führer fue apoyado masivamente por la estadolatría subyacente en los votantes de todos los Partidos: socialdemócratas, socialdemócratas independientes, comunistas, centristas, populares pangermanistas, populares nacionalistas, demócrata-populares,…, votaron un benevolente y omnisciente guía hegeliano: el «Führer-Estado».
Y, tras la II Guerra Mundial, un farsante «Estado de Bienestar» extenderá de nuevo su negra sombra sobre el olvido de la centenaria postración política y será una nueva tapadera para la expatriada Libertad. Vuelta a la Partidocracia. Si Adolf Hitler había proclamado en el Estado de Partido único “¡El Führer es el Partido y el Partido es el Führer¡”(7), tras él, será el propio «Poder-en-sí» del Estado, bajo tutela militar, el que vocifere: ¡El «Estado de Bienestar» es «El Partido»; y «El Partido» es el Führer! Y todos los Partidos, cobijados bajo su negro manto, devendrán Partidos del Estado; Partidos de «El Partido» repartido; partidarios del impersonal «Estado-Führer de Bienestar», tomando parte, cada cual, del lujurioso reparto. Así fue en la Alemania post-bélica del 49 y su «Ley Fundamental» partidocrática; y así en la España post-dictatorial y su Constitución-78 antidemocrática. Desde entonces, como en agosto del 34 en Alemania, ese social-burocrático «Estado-Führer de Bienestar» recibirá incesante «apoyo popular»; todos votarán al hegeliano monarca [«XIII»]: socialdemócratas, comunistas, «izquierda-unionistas», populares, republicanos, demócrata-cristianos, falangistas, catalano-nacionalistas, «izquierdo-socialistas», neo-izquierdistas, «plural-izquierdistas», vasco-nacionalistas, animalistas, «ciudadanistas», «unión-progre-democratistas»… Todos anti-demócratas; todos acomplejados y hegelianos «social-€-burócratas €uropeístas». Adolf se llama ahora Estado de Partidos; y Hitler se apellida consenso partidocrático.
Son ya, desde la Revolución-Reacción francesa, casi 225 años de sumisión a Estados despóticos y ausencia de Libertad Política. Y 500 años de «yoica», desintegradora y estéril individuación sin personalización. Mucho más tiempo, suponemos, que el previsto por Montesquieu bajo una autoridad estatal que parece «inconmovible» al procrear, ella misma, unas costumbres que no son de Libertad sino de servidumbre. Propaganda, sindicatos de Estado, educación dirigida, burocracia, leyes ilegítimas, reglamentismo, capitalismo de Estado, degradante igualitarismo, Europa como coartada…; son sombras alargadas del «Führer-Estado» que han penetrado en el «Estado-Führer de Partidos y Bienestar». A ellas les dedicaremos los próximos artículos.
(1) FROMM, Erich. “El miedo a la libertad”. Espasa Libros, S.L.U. 2011. [ed. original 1941].
(2) NEGRO, Dalmacio. “Historia de las formas del Estado. Una Introducción”. El Buey Mudo. 2010.
(3) GARCÍA-TREVIJANO, Antonio. “Teoría pura de la República”. El Buey Mudo. 2010.
(4) MUSEO del PRADO. “Enciclopedia online”.
(5) barón de MONTESQUIEU, C.-L. de Secondat. “Del espíritu de las leyes”. Ed. Losada, S.A. 2007. [ed. orig. 1748].
(6) HITLER, Adolf. “Mein Kampf “ [“Mi lucha”]. Librería El Galeón. 2002. [escrito 1924-25].
(7) FEST, Joachim; HERRENDOERFER, Christian. “Hitler. Una biografía”. Documental en DVD. Interart Silmbeteiigungs. 2008. [Ed. original 1977].