PACO CORRALIZA.
La egotista y «psiquista» filosofía ideológica («psicología literaria» la llamaba Santayana), convertida en dialéctica histórica por Hegel, se transforma, con la Psique de Marx, en «ideología política total de la Historia y del porvenir». En esa ideología total tendrán importancia decisiva los conceptos de: hombre genérico (como «ser social»), Naturaleza, trabajo (como autorrealización de ese «hombre»), Historia, riqueza, goce, interés, cultura y lucha. Ninguno de esos parámetros era novedoso, todos se encontraban en sus antecesores, especialmente en Hegel. La auténtica revolución ideológica marxista consistirá en amalgamar todos esos parámetros en un solo discurso económico-político de pretensiones histórico-científicas que se proclama a sí mismo como “necesidad sensible”(1). Pues, para Marx, “la Historia misma es una parte real de la Historia natural, de la conversión de la Naturaleza en hombre. Algún día la Ciencia natural se incorporará a la Ciencia del hombre [y viceversa]: habrá una sola Ciencia”(1).
Para Marx el trabajo y su producto constituyen la esencia del hombre, pues “el objeto del trabajo es la objetivación de la vida genérica del hombre”(1); y ese «hombre genérico» queda enajenado cuando otro se apropia de ese objeto, “al verse privado de su cuerpo inorgánico, de la Naturaleza”(1). El «átomo social» de Hegel es disuelto e integrado en el todo social de Marx, que nos dice: “el individuo es el ser social […y] el hombre, por más que sea un individuo particular, es, en la misma medida, la totalidad, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí”(1). Y la propiedad privada será el gran enemigo de ese «hombre-trabajo-sociedad»: “la superación positiva de la propiedad privada, es decir, la apropiación «sensible» por y para el hombre de la esencia y vida humanas, de las obras humanas, no ha de ser concebida sólo como el «goce inmediato», exclusivo, en el sentido de «posesión», del «tener». El hombre se apropia de su esencia universal de forma universal, es decir, como hombre total””(1).
Del comentario de Hegel en que éste afirma que “la sociedad civil es el campo de batalla del interés privado individual de todos contra todos” dirá Marx que es “interesante por la definición de sociedad civil como “bellum omnium contra omnes” (2). Tras compartimentar la sociedad civil en clases como fantasmales sujetos alegóricos de interés, aquel «individuo-social», sin ser consultado, será distribuido en cada una de ellas y se verá así arrastrado hacia la lucha de clases que mueve la Historia, según los modos, fuerzas y relaciones de producción en cada momento. Y será la clase del ploretariado la que, final y necesariamente, porte la antorcha de ese «hombre que se apropia de su esencia universal». Así, “el comunismo es la forma necesaria y el principio dinámico del próximo futuro”(1). Y, “en la fase superior de la sociedad comunista […] el trabajo no [será] solamente un modo de vida, sino la primera necesidad vital”(3) (Crítca del Programa de Gotha, 1875).
Podríamos decir que el materialismo histórico se plantea de tal manera que nada de lo humano escapa al abrazo acaparador del proceso de producción. Así, nos dice Marx que “religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc. no son más que formas «especiales» de producción y caen bajo su ley general”(1). Y ese «todo cultural» se presenta como manifestación de la clase dominante: “todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el sufragio universal, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas entre las diversas clases [que tienen lugar en] la sociedad civil como verdadero escenario de la historia”(4).
Para dar paso a la «Historia real», el comunismo plantea la conquista del Estado (poder político) y su posterior liquidación, tras poner el «todo productivo» en manos de un fantasma: «la sociedad» (sin clases tras la auto-disolución de la clase proletaria como tal). En el Manifiesto Comunista se declara: “El poder político, en sentido propio, es el poder organizado de una clase para someter a otra. Si el proletariado, en su lucha con la burguesía, se une necesariamente como clase, se hace clase dominante por medio de la revolución y suprime por la fuerza […] las viejas relaciones de producción […], suprime las clases como tales y, con ello, su propio dominio en cuanto clase. […] Los comunistas declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden alcanzarse mediante el derribo violento de todo el orden social hasta ahora existente.[…] Una vez que en el curso del desarrollo han desaparecido las clases y está toda la producción en manos de individuos asociados, pierde el poder público su carácter político”(5).
Es curioso que en ese Manifiesto se catalogara de “sectas reaccionarias” a las corrientes que Marx-Engels denominan “socialismo y comunismo crítico-utópico”(5). [seguidores de Saint-Simon, Fourier, Owen,…]; quizá por no plantearse la dominación total del Estado ni plegarse a la implacable «tiranía científica de la Historia». En sí mismos, los comunistas manifestantes no veían, claro está, su propia condición sectaria, utópica y manifiestamente anti-política, que sólo podía mantenerse, como su querida Historia demostró, bajo el gobierno de nadie y el poder despótico de una opresiva y tiránica estatalización burocrática total.
Poco después de la revolución rusa, Gramsci seguirá insistiendo: “la filosofía de la praxis no sólo pretendía explicar y justificar todo lo pasado, sino también explicarse y justificarse históricamente a sí misma, es decir, era el máximo «historicismo», la liberación completa de toda clase de «ideologismo» abstracto, la conquista real del mundo histórico, el comienzo de una nueva civilización” (6).
Una de las características más perniciosas de la Europa «moderna», que todavía nos alcanza hoy en los Estados de Partidos como el español, ha sido la expulsión de la Política de su propio ámbito (interpersonal) y de su propio sentido y razón de ser: la Libertad humana. La violencia (física, burocrática o legal), el interés, la necesidad, la compraventa de futuro, la demagógica y manipuladora jerga ideológica (aunténtico «psíquico-racismo» lingüístico) de cada tribu en lucha por el Estado y, especialmente, la ambición de poder y dominación oculta en las jerárquicas cloacas de cada partido-secta, han convertido al Estado en una cueva de ladrones de Libertad, en una cámara acorazada de dinero, influencias y espurias reputaciones. Nadie se ocupó aquí de despedazar el Poder para neutralizarlo mediante una Constitución democrática como los americanos en 1787; aquí, al revés, el objetivo se puso en utilizarlo, en usarlo para abusar de él. Esa es nuestra verdadera Historia, la historia del antidemocrático Poder; la historia de un soberano embustero: el esclavizante Poder de los siervos del Estado-Dinero.
(1) MARX, Karl. “Manuscritos de economía y filosofía”. Alianza Editoral, S.A. 2010. [escrito en 1844].
(2) MARX, Karl. “Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel”. Ed. Biblioteca Nueva, S.L. 2010. [escrito en 1843].
(3) BUENO, Gustavo. “El fundamentalismo democrático”. Ed. Planeta Madrid, S.A. 2010.
(4)MARX, Karl; ENGELS, Friedrich. “La ideología alemana.” Ed. Grijalbo. 1972. [escrito en 1845-46].
(5)MARX, Karl; ENGELS, Friedich. “Manifiesto del Partido Comunista”. Alianza Editorial, S.A. 2012. [Ed. original: 1848].
(6) GRAMSCI, Antonio. ¿Qué es la cultura popular? Publicacions de la Universitat de València. 2011.