PATRICIA SVERLO.
El caso de Alfonso, el “Senequita” como le llamaban todos, fue un breve paréntesis en la formación militar de Juan Carlos. Alfonso era el hermano pequeño de Juan Carlos, aunque su madre siempre se refería a él como si fuera al revés, llamando por su diminutivo al mayor y no al más joven.
“Mis queridos Juanito y Alfonso”, encabezaba las cartas que les enviaba a los dos desde Villa Giralda durante el curso de 1955, sólo un año antes de la muerte de Alfonso. Lo cierto es que en base al contenido, si se hubiera de apostar por lógica, se apostaría por el hecho de que Juanito era el pequeño. Era un joven muy sensible, que se emocionaba y llegaba a llorar cuando le aplaudían en un acto público. Pero ni el uno ni el otro eran ya tan niños. Cuando tuvo lugar el trágico suceso, Juan Carlos ya había cumplido 18 años, y Alfonso 14.
Nadie pone en entredicho que Alfonso era el inteligente y el favorito de Don Juan en más de un sentido. Jugaba al golf como él y, además, muy bien. Y quería ser marino cuando fuera mayor, siguiendo sus pasos. Estaba previsto que al año siguiente Alfonso ingresara en la Escuela Naval de Marina. Juan Carlos, en cambio, aparte de un pésimo jugador de golf, deporte del que no disfrutaba en absoluto, había sido un niño difícil, siempre condenado a estudiar a doble jornada para intentar seguir el ritmo que correspondía a su edad. Hay personas que dicen que era “muy distraído”; otras, que las “deficiencias” con respecto a su formación se debían a las agitadas circunstancias familiares. Otras, que era un estudiante “notable” y que su preparación especial se debía a un excesivo celo por parte de sus padres porque estaba destinado a ser rey. Pero su hermano, el “Senequita” Alfonso, no parecía afectado por ninguna de estas razones. Tenía carta blanca. Todo el mundo decía que había salido como su padre, mientras que Juan Carlos se asemejaba más a su madre. Hay gente que piensa que si no se hubiera muerto, Alfonso habría sido escogido por Don Juan para sucederle, por la misma razón que Franco se había fijado en “Juanito” porque lo consideraba más manejable, justo en la línea de lo que necesitaba para dar continuidad al Régimen bajo la dirección de sus seguidores.
En 1956 los dos hermanos estaban en España, aunque en sitios diferentes: Alfonso en Madrid, en el Colegio Santa María de los Rosales, estudiando el bachillerato, y Juan Carlos en la Academia Militar de Zaragoza, como cadete. Aquella Semana Santa, el 22 de marzo viajaron los dos hacia Estoril de vacaciones en el Lusitania Express. Tenían pensado volver a Madrid el 2 o el 3 de abril. Alfonso tenía que participar en un torneo infantil de golf (Taça Visconde Pereira de Machado, en el Club de Golf de Estoril). Precisamente el Jueves Santo, día 29, jugó la semifinal y se clasificó. Su padre no cabía en sí de gozo. La final sería el sábado siguiente, pero ya no la pudo jugar. Aquella misma tarde, tras el torneo, todos los miembros de la familia acudieron juntos, hacia las 6 de la tarde, a los oficios de la iglesia de Santo Antonio, como de costumbre, y después se fueron a Villa Giralda. Aquel día no había servicio, porque era festivo. Los dos hermanos estaban jugando solos en el piso de arriba.