JOSE MARÍA ALONSO
Se esfuerzan en tiempos de crisis los oligarcas partidócratas en calmar la indignación popular de manera chapucera de modo que la llamada ¨opinión pública¨ modifique su actitud hacia la clase política y se piense que dejándo sin sueldo a los diputados, o bajándoselo se da un ejemplo de austeridad, sacrificio y modestia. Otros parlamentos proponen reducir el número de diputados a la mitad para aliviar el gasto.
Unos critican la medida de aquellos y proclaman que de esa manera sólo los ciudadanos con autonomía financiera se podrán dedicar a la política y que defenderán intereses de los ciudadanos de su clase y condición social. Otros dicen que reducir el número de diputados mermaría la representación de los ciudadanos, opinión derivada de un sistema proporcional del que de ninguna manera se puede decir que es verdaderamente representativo.
Pues ni lo uno ni lo otro. El problema no es tanto si un diputado cobra mucho o poco, ni si hay muchos o pocos diputados. El problema principal es razonar los criterios en base a los cuales se decide quién le paga el sueldo al diputado, qué número de diputados ha de tener un parlamento y cómo se calcula ese número.
En nuestra deseada República Constitucional, cuyas características describe con rigor científico en su obra ¨Teoría Pura de la República¨ Don Antonio García-Trevijano, reside de nuevo la solución a ese problema, como a tantos otros. En la RC son las circunscripciones electorales de alrededor de cien mil habitantes –mónadas electorales- mediante decisión de la Junta Electoral de cada una de ellas las que pagan los sueldos de cada diputado electo, uno por mónada, que irán a defender los intereses de sus representados a la Asamblea Nacional, que constará a su vez de unos 450 diputados. De esta manera son los ciudadanos quienes deciden directamente cuánto cobra su representante. Y además si no cumple con lo acordado en su programa electoral podrán revocarlo, lo que equivale a despedirlo y dejarlo sin sueldo, ocupando su sitio un suplente.
¿Tiene sentido reducir el número de Diputados o su sueldo? ¿En base a qué? ¿Con qué criterio? Para poder responder a esas preguntas es necesario liberarse de la pegajosa demagogia partidocrática de la reducción de sueldos o de número de diputados, propuestas falaces que intentan desviar la atención del problema principal que no es otro que el hecho de que no se cumple uno de los requisitos necesarios para que exista democracia formal en un país: la verdadera representación de los ciudadanos.