JAVIER TORROX
El Parlamento andaluz ha aprobado la creación de un escaño ficticio. Sí, amable lector, lo que acaba usted de leer no es una alucinación, es cierto: el Parlamento andaluz ha aprobado la creación de un escaño ficticio. Tal es su grado de alejamiento de la realidad y tan inmensurable su voluntad de mantener a sus vecinos sometidos mediante el engaño.
Aún así, los ciudadanos ya saben que todo es exactamente lo que parece: un colosal fraude político sostenido durante 35 años mediante la propaganda y la subvención. Todo ello sufragado con el dinero de los contribuyentes, que creían estar haciendo su aportación a la Sanidad pública, la escolarización, el sistema de pensiones, el desempleo y demás prestaciones sociales. Pero ya saben que no, ya son conocedores de que el régimen neofranquista de Juan Carlos les estafa desde la aprobación de la Carta Otorgada o Constitución de 1978 (y decimos “Constitución” no porque lo sea -que no lo es-, sino por no extendernos una y otra vez en la agotadora tarea de recordar al lector que este documento normativo no es una Constitución; y no lo es por razón de su génesis y su contenido).
El escaño ficticio del Parlamento andaluz no engañará a los ciudadanos que se han liberado de la condición de súbditos a la que se ven sometidos por la ausencia de libertad política – que no es otra cosa que la separación de poderes, la elección libre, directa y separada del Gobierno, por un lado, y de cada diputado de distrito, por otro-. No obstante, veamos cómo pretenden embaucarnos mediante este etéreo escaño.
El Parlamento andaluz aprobó por unanimidad (PSOE, PP e IU) el pasado día 11 de octubre una modificación de su Reglamento. Esta reforma ha sido impulsada por el presidente de la Cámara, Manuel Gracia (PSOE). El cambio del articulado afecta a la tramitación parlamentaria de las iniciativas legislativas conocidas como populares por ser propuestas por los gobernados. Tras esta reforma, una persona designada por la comisión popular que presente la proposición de Ley tendrá la oportunidad de defender la iniciativa ante el Parlamento andaluz.
Estos son los lodos de 35 años de impunidad. Un Parlamento que dice representar a los ciudadanos de un determinado territorio cambia su reglamento para que éstos tengan voz en su Cámara. Pues sepan estos partidos totalitarios a sueldo del Estado que los ciudadanos hemos visto el engaño desde bien lejos. Los ciudadanos tenemos para este escaño ficticio lo mismo que para los escaños que ocupan los funcionarios de partido que usurpan nuestra representación, desprecio.
Despreciamos este escaño ficticio y despreciamos aún más la voluntad de engaño de la que nace. Sabedores de que los electores perciben la insalvable distancia que los separa de los supuestos diputados, los partidos estatales se afanan en buscar fórmulas que disimulen la ausencia de representación y que escondan que de esta ausencia deviene la imposibilidad de que la voz del elector sea tomada en consideración por el poder que le es natural al ciudadano, el poder Legislativo, que pertenece a la Nación por derecho propio -y no al Estado, como sucede en España desde el golpe de Estado de 1936.
¿Cómo podría un ciudadano aceptar la carencia de representación a cambio de que le permitan hablar unos minutos en el Parlamento? De ninguna manera. Es inaceptable. Es intolerable. Es una burla. Es un chalaneo que ninguna persona honrada puede consentir.
Y con la aprobación del escaño ficticio se pone en marcha el martillo de la propaganda juancarlista. El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, habló al respecto: que si esto es calidad democrática, que si se ha abierto el Parlamento a la calle, Andalucía es permeable a la sensibilidad ciudadana,… Y anima a los ciudadanos a “intervenir en el espacio público más allá de depositar la papeleta en la urna cada cuatro años”. Pero no dijo ni una palabra de lo que evidencia esta medida: que los ciudadanos carecen de representación, no tienen representantes que velen por sus intereses y que los defiendan en el Parlamento. Lo único que tienen son funcionarios de partido que deben su cargo al jefe de partido que los incluyó en una lista.
El PSOE, el PP e IU coinciden en que la creación de este escaño ficticio es una gran idea. Y lo es, aunque tan sólo para mantener sus cargos y negarnos la representación a los ciudadanos. La representación a la que aspiramos los demócratas es el único medio válido en democracia por el que el ciudadano puede hacer tronar su voz allí donde reside el poder Legislativo. Del mismo modo que un hombre, un voto: un distrito, un diputado. Todo lo demás son apaños y chalaneos.
Mientras así nos pretende humillar el Parlamento andaluz con la ilusión de la participación política sin representación, Griñán amenaza con hacer trasladar esta iniciativa al Congreso de los Diputados. Próximo capítulo: El escaño 351, el escaño ficticio del Congreso.