ALONSO MARTINEZ.

La Asamblea Nacional francesa ratificó el pasado martes, 9 de octubre, por una amplísima mayoría de la cámara, el Tratado Europeo de Estabilidad Presupuestaria. De los 297 miembros que forman el grupo socialista (SRC), hubo 20 diputados que votaron en contra y otros 9 que se abstuvieron. Desde la perspectiva socialista se criticó al primer ministro, Jean-Marc Ayrault, por no haber conseguido convencer a los diputados “díscolos” que no han seguido la “disciplina de partido” para votar con criterio único. Por eso comienza a hablarse en los medios de comunicación de un posible cambio del primer ministro. Nombres que empiezan a barajarse son los de cuatro actuales ministros: Vincent Peillon (Educación), Pierre Moscovici (Economía) Marisol Touraine (Asuntos Sociales y Sanidad) y Manuel Valls (Interior). A este último, de 52 años y de origen español, del que se habla con más frecuencia, se le compara con Nicolas Sarkozy cuando este último ocupaba el cargo de ministro del Interior. Valls es muy popular, actúa con determinación y está en primera línea en todo lo que acontece en su ministerio: un caso de corrupción policial en Marsella, apresamiento de grupos terroristas islamistas, etc. Sus decisiones han contado con el apoyo de los simpatizantes de la izquierda, y con una parte de los de la derecha, subiendo considerablemente en las encuestas de popularidad, a diferencia del resto de los miembros del ejecutivo.

Hay que destacar como muy positivo, y no se hace en los medios de comunicación franceses, algo que sirve como lección para España y deberíamos hacer nuestro: el hecho de que en la votación de la Asamblea Nacional hubo diputados socialistas (también de otros grupos) que no siguieron la consigna de disciplina de voto, como ocurre en el Parlamento español, en el que los diputados siguen férreamente esas directrices de su partido y su gobierno, pues ocupan su cargo en el Parlamento por su docilidad al “aparato”. De este modo logran su acceso a las listas electorales elaboradas por sus jefes a los que deben obediencia, sin tener ninguna responsabilidad con sus electores, sin representarles, consecuencia del sistema proporcional de votación que padecemos en España.

A diferencia, en Francia, los diputados a la Asamblea son elegidos directamente en distritos uninominales, del que sale un solo representante, el más votado, fruto del Sistema Mayoritario de Sufragio, teniendo sus responsabilidades con sus votantes y no tanto con su jefe de partido, al que no deben obediencia ni teórica ni práctica, aunque el gobierno francés (Poder Ejecutivo) intentara convencer a los diputados de su partido para que prevaleciera el criterio oficial en la votación. Con este ejemplo real se puede observar que el principio de representación de elección de diputados sí está instituido en Francia, y que junto con la división de poderes, son los requisitos esenciales para que pueda hablarse de una Democracia.

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