MATÍAS DÍAZ PADRÓN.
Es oportuno dar noticia del estado de conservación del lienzo de Palma de Mallorca en la medida que la antigua documentación gráfica nos ha permitido. Es un hecho que la pintura ha sufrido varias restauraciones con poca fortuna. Es necesaria una intervención con el obligado control académico. Los repintes toscos y desnivel de los estucos rebasan los límites de las lagunas en la superficie de la pintura. Es necesario un atento análisis del estado de la obra, el estado del soporte, capa pictórica y barnices, sin dar la debida prioridad a la consolidación de la preparación con obligado sentado previo de la superficie. La fotografía del antiguo Centro de Estudios Históricos, con el lienzo depositado en el museo Juliano entonces (nº 4004), es para nosotros testimonio valioso del estado de la pintura a principios del siglo XX. No parece que los repintes estén visibles en estas fechas. Lo más grave está en los pliegues con grietas en paralelo en el centro del lienzo. La sorprendente técnica de los maestros del norte explica la sólida adhesión de la pintura y la preparación al lienzo. La pérdida de pintura por saltados de color se limita a la zona próxima al vientre y piernas del santo y espaldas del verdugo hacia la izquierda del lienzo. En lo alto y próximo al travesaño del bastidor es notoria una rotura del lienzo y daños en vertical. Las grietas en horizontal parecen provocadas por el enrollado del lienzo sin embalaje apropiado a pesar de la prevención en el traslado, metido en un cañón de hoja de lata para preservarla de la intemperie. Humedecido el lienzo en agua templada -continua el informe- por consejo del restaurador, se quita el aceite con miga de pan[1]. Todo debió agravarse al paso del tiempo al exhibirse la pintura a la intemperie en las procesiones conmemorativas. También debió sufrir los efectos del incendio del ayuntamiento la noche del 28 de febrero de 1894, antes de trasladarse al museo Juliano. La antigua fotografía citada es un testimonio importante de aquel incidente. Cuando ocurrió el incendio, formaba parte de un conjunto de santos patronos de la ciudad y reino de Mallorca. Algunos se perdieron y otros acusaron el deterioro comprensible. Restaurados los dañados la colección se redujo a los lienzos de San José, San Vicente Ferrer, Santa Práxedes y el que estudiamos.
En noticia de don Benito Pons y Fábregas, cronista de Palma, hablando del San Sebastián, advierte la posible reducción de la parte superior al compararlo con la réplica de Munich, que tiene una sexta parte más en altura, “viéndose unas borlas que penden de la bandera roja”[2].
En fin, pasamos a rastrear sus huellas después de su localización en la colección del conde de Monterrey a mediados del siglo XVII. Llegó a Palma de Mallorca por donación de don Bartolomé Verger hacia 1769. Es el eslabón que alcanzamos a ver en la vida de esta pintura. Ninguna referencia ha llegado salvo la noble intención de este prócer mallorquín al regalar el lienzo del martirio del santo a su ciudad natal. Es el fervor religioso lo que le motivó la posesión de esta pintura, que siglo atrás el conde de Monterrey tuviera más por amor al arte. Es el nudo gordiano que motivó la adquisición de este lienzo de Van Dyck para la isla. Ninguna noticia a su origen se vislumbra en la documentación oficial de estos años. La historia escrita tuvo siempre la pintura por copia de Van Dyck. Pero la piedad conciudadana vio siempre en este lienzo la imagen más fiel de su fervor. La devoción de los mallorquines por San Sebastián viene de muy atrás: al derrotar los cristianos a los musulmanes de la isla. Favor que puso a la ciudad bajo su advocación en el año de 1643 (no deja de ser curioso que esto se produce a sólo dos años de morir Van Dyck). La isla fue asolada por la peste en 1652. Todo esto movió a levantar seis altares al santo y con dos en la catedral[3]. La devoción no decayó en el siglo XVIII, cuando Bartolomé Verger estaba en Madrid como agente de la corporación municipal. Allí adquirió el lienzo en dolorosas circunstancias personales. Estaba enfermo. Esto se desprende de la carta del 3 de septiembre de 1769 de su hijo, Antonio Veger y Vidal, notificando al ayuntamiento la muerte de su padre y el legado de un cuadro de San Sebastián de Van Dyck que hizo a la ciudad. “M. I. S. mui Sor. Mio: Mi difunto amado Padre, el Sor. Dn. Bartholome Verger, que en gloria esté, deja dispuesto en su testamento, que como buen hijo de esa M. I Ciudad se le entregue por memoria una pintura original de Antonio Bandich, que representa el Martirio de Sn. Sebastián, lo que como su heredero y en cumplimiento de mi obligación lo notifico a V. M. I. para que entendido de ello; me ordene lo que tenga por combeniente para disponer la remesa de la referida alaxa. Dios guarde a V. M. I. muchos años que deseo. Madrid 3 de febrero de 1769. M.I. S. Besa la mano de V. M. I. su mas rendido servidor: Antonio Verger y Bidal. M. I. S. Ayuntamiento de la Ciudad de Palma”[4].
La entrega se hace a Antonio de Uztarroz por Veger Vidal según carta de este último del 22 de marzo al Ayuntamiento “entregaré a don Vicente Antonio de Uztarroz la pintura de San Sebastián que como avisé a V.M.Y. mi difunto Padre dejó por memoria a esa Ciudad y así mismo todos los papeles y demas instrumentos pertenecientes a V.M.Y.”. Hecho el envío con atentas medidas de precaución para el viaje de Madrid a Palma acompaña el lienzo el hijo del marqués de Alós, don Antonio de Alós y Ríus capitán general de Baleares. En carta de Uztarroz del 5 de abril daba cuenta de esto al consistorio de la ciudad con anotaciones al estado de conservación de la obra que hemos adelantado líneas atrás: “embio la pintura que mandó en su tetamento Dn. Bartholome Berger a essa Ciudad, que representa el Martirio de San Sebastián, su autor Ant. º BAndich, arrollada y metida en un cajón de oja de lata para precaverla de la intemperie. El marco y vastidor por no ser de provecho suspendí gastar en encaxonarlos, considerando que se puede mandar hacer otro a poco costo, pero prevengo a V.M. que al dessembolverla me encargó el pintor que la pusso, se la umedezca con agua templada, y que para quitarle el aceite que la puso, es el medio mejor passarla con miga de pan acavado de salir del horno, que me vali de el con el fin de que dispussiese llegase bien acondicionada”. Llega el 17 de mayo de 1769, Uztarroz escribe satisfecho “he tenido mucho gusto de que llegara la pintura del martirio de San Sebastián en buena disposición”[5].
……………..
[1] Trascripción de carta del 3 de abril de 1769 informando del embalaje de la obra
[2] Benito Pons Fábregas, Juan Torrents y Jaime Llabré Memoria presentada por el personal del Archivo de la Ciudad. Informe sobre la restauración de cuadros, Palma, Imp. del comercio, 1895 p. 114. “El nuestro probablemente ha sido mutilado en su parte superior, que sólo contiene accesorios de poquísima importancia. El de Munich tiene sobre una sexta parte más de altura que el de Palma, viéndose dos borlas que penden de la bandera roja y un poco de follage procedente del árbol central, que faltan en el nuestro. A la izquierda, en el siti ooscuro detrás del sayón que ata los pies del Mártir y bajo el arquero negro, hay una planta cuajada de flores”.
[3] Juan Muntaner Bujosa, Bosquejos de la ciudad de Palma, un cuadro de Van Dyck, 1968
[4] Archivo Municipal de Palma de Mallorca, nº 163
[5] Leg. Nº 163, Archivo Municipal. Cit. Boletín de la Sociedad Arqueológica Lluliana (1900) nº VIII, p. 246 (E. P.).